domingo, 5 de julio de 2015

Capítulo 2

Al día siguiente, Lucas se levanta más temprano que de costumbre. Mira el despertador, con los ojos entreabiertos, y ve que marca solamente las nueve menos cuarto. Por lo menos, tendrá tiempo de sobra para recoger la casa antes de que sus padres lleguen de visitar a su hermana mayor, Laura.
A las once suena su móvil. Va como una bala con la esperanza de que sea Ana y saber algo de ella, pero, para su decepción, es Óscar, su mejor amigo.
-Dime -dice al contestar la llamada.
-Capullo, esta tarde hemos quedado Carlos, Rubén y yo en mi casa para jugar a las cartas -le informa.- ¿Te vienes?
-Sí. Supongo que sí -responde desanimado.
-¿Sigues sin saber nada de Ana? No entiendo por qué no quiere hablar contigo si estabais bien antes de que se marchara.
-Sí, pero Raquel habla con ella. No sé qué coño está pasando aquí. Cada vez entiendo menos, tío -confiesa despeinándose.
-Seguro que se le habrá pasado, ya sabes que es muy despistada.
-Bueno, da igual. ¿A qué hora?
- A las cinco y media.
-De acuerdo.
-Adiós -se despide.
-Adiós.
Lucas cuelga el teléfono y se dirige al ordenador. Enciende el ordenador, abre el explorador de internet e inicia sesión en Facebook. Busca a Ana, pero allí tampoco está conectada. Ya nada le sorprende.
De repente, suena el timbre. Lucas abre la puerta sin mirar quién es, y ahí están. Sus padres acaban de llegar a casa.
-Hola, hijo. Ya hemos vuelto -anuncia su padre dejando la maleta en el suelo.
-Con lo bien que estaba sin vosotros -bromea, antes de recibir un abrazo de su padre.
-Seguro que nos has echado mucho de menos.
-A ti precisamente no, a mamá sí, pero por la comida solo.
-Deja de bromear, muchacho -ríe-. Anda, ayúdame con la maleta que parece que llevamos un muerto aquí dentro de todo lo que pesa.
-¿Y mamá? -pregunta asomándose al rellano.
-Ahora viene, ha ido a comprar el pan para comer.
Cinco minutos después, su madre aparece en casa con las barras de pan metidas en una bolsa.
-Hola. ¿Qué tal has estado en nuestra ausencia? -pregunta María, la madre de Lucas, dándole un beso en la mejilla.
-Bien, me las he ido apañando. ¿Qué tal os lo habéis pasado? -pregunta sentándose en una silla de la cocina.
-Bastante bien, la verdad.
-¿Qué tal está Laura?
-Bien, muy contenta. No entiendo por qué no te quisiste venir -protesta poniendo los brazos en jarras.
-Simplemente, porque la vi hace poco y tenía ganas de estar en casa, nada más.
-¿No sería que tenías ganas de estar con Ana? -pregunta con cara pícara.
-Imposible. Se fue de vacaciones el mismo día que vosotros y todavía no ha vuelto.
-¿Y qué tal se lo está pasando en Francia?
-Si lo supiera te lo diría, pero como no lo sé… -resopla.
-¿No la has llamado? -suelta frunciendo el ceño.
-Si fuera eso… La he llamado un montón de veces y no me coge el teléfono y no sé por qué. -suelta cabreado y dando un golpe en la mesa.
-A lo mejor no lo ha oído.
-Ya, seguro…
-Por cierto, el segundo trimestre no lo harás en este instituto.
-¿Entonces? ¿Ya nos mudamos?
-Sí. Ya estás en otro instituto y nos mudaremos dos días antes de que empieces el instituto.
-Vale. Menos mal que a donde vamos no está muy lejos de aquí. -opina haciendo una mueca. No le hace gracia mudarse de nuevo.
-Seguiremos estando en Madrid, y solo tardarás quince minutos en llegar aquí.
-Lo sé. Voy a volver a llamar a Ana a ver si esta vez tengo más suerte.
Lucas sube a su habitación, coge el móvil, busca en la agenda el número de su novia y le da al botón de llamar. No obtiene respuesta y salta el contestador. Cuelga. Suspira y se pasa las manos por el pelo. Decide volver a llamar a su novia y si esta vez no le contestaba le dejará un mensaje en el buzón de voz.
Un pitido tras otro… cuando está totalmente desesperado y cree que no le va a contestar, alguien descuelga al otro lado. Pero no es Ana precisamente.
-Diga -dice una voz masculina con tono francés al otro lado del móvil.
-¿Ana? -pregunta incrédulo.
-Espera un momento. Ahora mismo se pone.
Lucas escucha la conversación que tienen el chico francés y Ana, entre susurros, hasta que ella, por fin, parece que se acerca a coger el teléfono.
-Cariño, es para ti -anuncia el chico.
-¿Quién es? -pregunta.
-No lo sé. Es un chico -responde encogiéndose de hombros.
-¿Un chico? -pregunta alarmada y corriendo hacia el teléfono-. Te dije que no cogieras mi teléfono, idiota.
Ana le arrebata el móvil de las manos al chico, mira quién llama y como suponía, comprueba que es Lucas. Suspira. La acaba de pillar engañándole con un francés. Va a perder a Lucas para siempre y lo sabe.
-Hola, Lucas -saluda fingiendo que está contenta, cuando en realidad está muy nerviosa.
-¿Cariño? -gruñe-. ¿Ese tío te acaba de llamar cariño?
-Oye, mira… no es lo que parece -intenta mentirle.
-Sí es lo que parece, porque da la casualidad de que tú eres así. Quieres ligar con todos sin importarte los demás. Te vas una semana y me engañas con un francesito – le grita dando vueltas en su habitación.
-Lucas, escucha.
-¿Qué quieres que escuche? ¿Cómo ocurrió? -pregunta en tono sarcástico, negando con la cabeza-. Déjalo. Olvídate de mí.
-Pero… Lucas -dice lloriqueando.
-Solo llamaba para ver qué tal estabas y decirte que me mudo. Me va venir bien mudarme y todo, así te olvido para siempre. Adiós.
-Pero…

Lucas no duda un instante y cuelga el móvil. En realidad, él sabía que eso ocurriría algún día, bueno, lo presentía más bien. Todo el mundo se lo había advertido, pero él como un tonto no les había hecho ni el mínimo caso. En ese momento, recuerda lo que pensó de ella cuando la miró por primera vez a los ojos, que seguramente era una chica que le gustaba jugar con los sentimientos de los demás. No se equivocó.

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