Al día siguiente, Lucas
se levanta más temprano que de costumbre. Mira el despertador, con los ojos
entreabiertos, y ve que marca solamente las nueve menos cuarto. Por lo menos,
tendrá tiempo de sobra para recoger la casa antes de que sus padres lleguen de visitar
a su hermana mayor, Laura.
A
las once suena su móvil. Va como una bala con la esperanza de que sea Ana y
saber algo de ella, pero, para su decepción, es Óscar, su mejor amigo.
-Dime -dice al contestar
la llamada.
-Capullo, esta tarde
hemos quedado Carlos, Rubén y yo en mi casa para jugar a las cartas -le
informa.- ¿Te vienes?
-Sí. Supongo que sí
-responde desanimado.
-¿Sigues sin saber nada
de Ana? No entiendo por qué no quiere hablar contigo si estabais bien antes de
que se marchara.
-Sí, pero Raquel habla
con ella. No sé qué coño está pasando aquí. Cada vez entiendo menos, tío
-confiesa despeinándose.
-Seguro que se le habrá
pasado, ya sabes que es muy despistada.
-Bueno, da igual. ¿A qué
hora?
- A las cinco y media.
-De acuerdo.
-Adiós -se despide.
-Adiós.
Lucas
cuelga el teléfono y se dirige al ordenador. Enciende el ordenador, abre el
explorador de internet e inicia sesión en Facebook.
Busca a Ana, pero allí tampoco está conectada. Ya nada le sorprende.
De
repente, suena el timbre. Lucas abre la puerta sin mirar quién es, y ahí están.
Sus padres acaban de llegar a casa.
-Hola, hijo. Ya hemos
vuelto -anuncia su padre dejando la maleta en el suelo.
-Con lo bien que estaba
sin vosotros -bromea, antes de recibir un abrazo de su padre.
-Seguro que nos has
echado mucho de menos.
-A ti precisamente no, a
mamá sí, pero por la comida solo.
-Deja de bromear,
muchacho -ríe-. Anda, ayúdame con la maleta que parece que llevamos un muerto
aquí dentro de todo lo que pesa.
-¿Y mamá? -pregunta asomándose
al rellano.
-Ahora viene, ha ido a
comprar el pan para comer.
Cinco
minutos después, su madre aparece en casa con las barras de pan metidas en una
bolsa.
-Hola. ¿Qué tal has
estado en nuestra ausencia? -pregunta María, la madre de Lucas, dándole un beso
en la mejilla.
-Bien, me las he ido
apañando. ¿Qué tal os lo habéis pasado? -pregunta sentándose en una silla de la
cocina.
-Bastante bien, la
verdad.
-¿Qué tal está Laura?
-Bien, muy contenta. No
entiendo por qué no te quisiste venir -protesta poniendo los brazos en jarras.
-Simplemente, porque la
vi hace poco y tenía ganas de estar en casa, nada más.
-¿No sería que tenías
ganas de estar con Ana? -pregunta con cara pícara.
-Imposible. Se fue de
vacaciones el mismo día que vosotros y todavía no ha vuelto.
-¿Y qué tal se lo está
pasando en Francia?
-Si lo supiera te lo
diría, pero como no lo sé… -resopla.
-¿No la has llamado?
-suelta frunciendo el ceño.
-Si fuera eso… La he
llamado un montón de veces y no me coge el teléfono y no sé por qué. -suelta cabreado
y dando un golpe en la mesa.
-A lo mejor no lo ha
oído.
-Ya, seguro…
-Por cierto, el segundo
trimestre no lo harás en este instituto.
-¿Entonces? ¿Ya nos
mudamos?
-Sí. Ya estás en otro
instituto y nos mudaremos dos días antes de que empieces el instituto.
-Vale. Menos mal que a
donde vamos no está muy lejos de aquí. -opina haciendo una mueca. No le hace
gracia mudarse de nuevo.
-Seguiremos estando en
Madrid, y solo tardarás quince minutos en llegar aquí.
-Lo sé. Voy a volver a
llamar a Ana a ver si esta vez tengo más suerte.
Lucas
sube a su habitación, coge el móvil, busca en la agenda el número de su novia y
le da al botón de llamar. No obtiene respuesta y salta el contestador. Cuelga.
Suspira y se pasa las manos por el pelo. Decide volver a llamar a su novia y si
esta vez no le contestaba le dejará un mensaje en el buzón de voz.
Un
pitido tras otro… cuando está totalmente desesperado y cree que no le va a
contestar, alguien descuelga al otro lado. Pero no es Ana precisamente.
-Diga -dice una voz masculina
con tono francés al otro lado del móvil.
-¿Ana? -pregunta
incrédulo.
-Espera un momento. Ahora
mismo se pone.
Lucas
escucha la conversación que tienen el chico francés y Ana, entre susurros,
hasta que ella, por fin, parece que se acerca a coger el teléfono.
-Cariño, es para ti -anuncia
el chico.
-¿Quién es? -pregunta.
-No lo sé. Es un chico
-responde encogiéndose de hombros.
-¿Un chico? -pregunta
alarmada y corriendo hacia el teléfono-. Te dije que no cogieras mi teléfono,
idiota.
Ana
le arrebata el móvil de las manos al chico, mira quién llama y como suponía,
comprueba que es Lucas. Suspira. La acaba de pillar engañándole con un francés.
Va a perder a Lucas para siempre y lo sabe.
-Hola, Lucas -saluda
fingiendo que está contenta, cuando en realidad está muy nerviosa.
-¿Cariño? -gruñe-. ¿Ese
tío te acaba de llamar cariño?
-Oye, mira… no es lo que
parece -intenta mentirle.
-Sí es lo que parece,
porque da la casualidad de que tú eres así. Quieres ligar con todos sin
importarte los demás. Te vas una semana y me engañas con un francesito – le grita
dando vueltas en su habitación.
-Lucas, escucha.
-¿Qué quieres que
escuche? ¿Cómo ocurrió? -pregunta en tono sarcástico, negando con la cabeza-.
Déjalo. Olvídate de mí.
-Pero… Lucas -dice
lloriqueando.
-Solo llamaba para ver
qué tal estabas y decirte que me mudo. Me va venir bien mudarme y todo, así te
olvido para siempre. Adiós.
-Pero…
Lucas
no duda un instante y cuelga el móvil. En realidad, él sabía que eso ocurriría
algún día, bueno, lo presentía más bien. Todo el mundo se lo había advertido,
pero él como un tonto no les había hecho ni el mínimo caso. En ese momento,
recuerda lo que pensó de ella cuando la miró por primera vez a los ojos, que
seguramente era una chica que le gustaba jugar con los sentimientos de los
demás. No se equivocó.