jueves, 28 de mayo de 2015

Capítulo 1

Son las nueve de la noche cuando Lucas enciende el ordenador para ver si Ana, su novia, está conectada. Pero como siempre, se equivoca y su novia no está conectada. Al comprobar que no está, decide apagar el ordenador, pero en ese instante se conecta Raquel, la mejor amiga de Ana.
-Hola, Raquel.
-Hola, Lucas.
-¿Qué tal?
-Bien, ¿y tú?
-Bien. ¿Sabes algo de Ana? -pregunta impaciente.
-Sí. He hablado con ella esta tarde y dice que está bien.
-¿Sabes por qué no me contesta a los mensajes ni a las llamadas?
-No. No me ha dicho nada sobre ti, lo siento.
-No pasa nada, no te preocupes -escribe decepcionado-. ¿Cuándo hables con ella puedes decirle que me llame?
-Claro, se lo diré.
-Gracias. Es que tengo que decirle algo importante.
-De nada.
-Bueno, te dejo. Adiós.
-Adiós.
Después de esta conversación, Lucas decide apagar el ordenador e irse a cenar.
Baja las escaleras del chalet en el que vive, abre la nevera, saca un poco de jamón serrano, una barra de pan y se hace un bocadillo.
Coge el bocadillo, una lata de coca-cola, servilletas, un vaso y se sienta en el sofá del salón mientras ve el telediario.
A las doce de la noche apaga el televisor, sube a su habitación y se pone el pijama de invierno que le había regalado su madre el año pasado por navidad. El pantalón es azul oscuro y la camiseta blanca, con la palabra boy en el centro. Lucas lo odia, pero no había más remedio que ponérselo, total, tampoco iba a tirarlo.
Desconecta el iPod del ordenador y se tumba en la cama pensativo con los auriculares puestos y la música a todo volumen. A sus dieciséis años tiene una novia de la que no sabe nada de ella desde que se fue de vacaciones de navidad a Francia, quién se lo iba a decir a él…
Está preocupado, no sabe el motivo de por qué no responde a sus llamadas ni a sus mensajes, si ni siquiera han discutido. Parece que, simplemente, no quiere hablar con él. Sabe que ella está bien, pero lo sabe a través de Raquel, no por ella misma. Todo esto le parece tan extraño… Necesita contarle que por problemas económicos debe mudarse de ciudad en breve y conocer su opinión, pero parece que eso hoy tampoco va a suceder.  Ya casi lo da por misión imposible. El día que le responda las llamadas o los mensajes será un milagro.
Mientras Lucas escucha 21 guns de Green Day no puede evitar que algunos recuerdos lleguen a su mente.
Recuerda el primer día de instituto. Aquel día que pasó a la clase de 4º de la ESO y conoció a Ana, su actual novia.
Él era nuevo en el instituto aquel año, dado que se acababa de mudar a una ciudad de Madrid, porque cambiaron a su padre de trabajo. No se fijó en Ana hasta que ella se acercó a él y se presentó.
Ana era delgada, alta y muy pálida de piel. En sus ojos color miel se podía ver que era una chica que le gustaba ligar con todos, aunque también se veía que era una chica sincera. Tal vez, lo único bueno que tenía ella. Pero había algo que nada más verla le llamó la atención y le gustó. Nunca supo el qué. Tal vez su sonrisa, porque también parecía sincera.
Aquel día ella llevaba su pelo rubio suelto y rizado, una camiseta blanca de manga corta con escote en pico, unos vaqueros negros ajustados y unas manoletinas negras a juego.
-¡Hola, soy Ana! -exclamó con una gran sonrisa en la cara cuando estuvo junto a él.
-Hola, soy Lucas -se presentó él sonriendo.
-Ven -le ordenó-. Voy a presentarte a mi amiga Raquel.
Ana agarró la mano de Lucas, sin que él se lo esperara, y, prácticamente, lo arrastró hacía la silla en la que estaba sentada Raquel.
Raquel era de la misma altura que Ana, delgada, tenía la piel morena, el pelo corto, con flequillo hacía un lado y moreno, y ojos azules claros, igual que el agua del mar.
A Lucas le dio la impresión de que Raquel era una chica sincera y muy divertida, pero no tan atrevida como Ana. Que Raquel no fuera tan atrevida le gustaba, pero en realidad, Ana le gustaba mucho más.
Raquel llevaba una camiseta azul ajustada, unos pantalones de color negro, también ajustados y unas Converse azules.
-Rachel, él es Lucas -presentó Ana a ambos.
-Hola, soy Raquel -saludó tímidamente.
-Rachel para los amigos -bromeó Ana.
-Hola, soy Lucas.
-¿Te vienes con nosotras en el recreo? -preguntó Ana muy interesada en la respuesta, mirándole fijamente a los ojos.
-Claro -responde encogiéndose de hombros.
El siguiente recuerdo que invade su mente fue el día que le pidió salir a Ana. Fue justo dos semanas después de haberla conocido, mientras estaban dando una vuelta durante el recreo.
-Ana, ¿puedo hablar contigo un momento? -preguntó, tocándole el brazo, un poco nervioso por saber la respuesta.
-Sí, claro. Dime.
-A solas.
-Está bien -asintió-. Damos una vuelta los dos solos y me dices lo que sea que me tengas que decir.
Se alejaron de Raquel y Lucas cogió la mano de Ana tímidamente, algo que, al parecer, no le molestó a ella.
-Te lo tengo que decir, no aguanto más callándome esto -confesó sonrojándose un poco, aunque ella no le estaba mirando a la cara, si no a sus manos entrelazadas.
-¿El qué?
-Ana, te quiero -soltó de golpe, colocándose delante de ella-. Lo que quiero decir es que me gustas…
Ana no se esperaba que Lucas le fuera a decir eso, y menos en ese momento, por lo que se quedó sin palabras, aunque había conseguido su objetivo: que Lucas se enamorara de ella.
-Ana, ¿quieres salir conmigo? -pregunta tras un largo silencio, temiéndose la peor de las respuestas.
-¡Claro que quiero! -gritó muy contenta y lo besó.
La verdad era que al principio Ana tenía ese objetivo por capricho, también porque le gusta jugar con las personas, pero después dejó de ser un capricho y, realmente, él le empezó a gustar. Ella también se había enamorado poco a poco de ese chico dulce.
Lucas la rodeó por la cintura, ella puso las manos alrededor de su cuello y se besaron de nuevo.
-¿Sabes lo que pensé cuando te vi? -preguntó ella con una sonrisa.
-¿El qué?
-Que ese chico nuevo, alto, moreno de piel, con el pelo corto y moreno, majo, bromista, cariñoso y de ojos marrones claros tenía que ser mi novio.
Invadido por estos y otros recuerdos Lucas sigue preguntándose qué había hecho o dicho para que ella no le conteste, qué ocurría, por qué se comporta así con él.

Sigue escuchando música y al cabo de unas cuantas horas se queda dormido con los auriculares puestos y el iPod encendido.



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